El campo de las Cruces Negras

El campo de las cruces negras nos recuerda el "nada sin nosotros" propio de nuestra Alianza de Amor con María, y que "sin lagar no hay vino, el trigo debe ser triturado, sin tumba no hay victoria, sólo el morir gana la batalla".

P. Rafael Fernández

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 Es memorial de la entrega heroica de los primeros congregantes que ofrecieron su vida por el Reino de Schoenstatt. Nos habla del heroísmo de las contribuciones al capital de gracias de la Madre tres veces Admirable en el Santuario de Schoenstatt. El campo de las cruces negras nos recuerda el "nada sin nosotros" propio de nuestra Alianza de Amor con María, y que "sin lagar no hay vino, el trigo debe ser triturado, sin tumba no hay victoria, sólo el morir gana la batalla".

Historia
En los cementerios militares de la Primera Guerra Mundial, las tumbas de los soldados franceses tienen cruces blancas, las de los alemanes, negras, y la de los ingleses tienen una piedra blanca. En 1936, un grupo de estudiantes y seminaristas schoenstattianos, pertenecientes a la generación de las Cruces Negras, tomó la iniciativa de ir en busca y de traer a Schoenstatt los restos de los así llamados "congregantes héroes", es decir, de los primeros congregantes que vivieron ejemplarmente los ideales de Schoenstatt y que ofrecieron sus vidas para ser cimientos fecundos de la Obra.

Así, trajeron desde Francia los restos de Max Brunner (1897-1917) y de Hans Wormer (1897- 1917), ambos pertenecientes al primer grupo schoenstatiano y caídos en el frente de batalla. El 20 de agosto de 1934 fueron sepultados junto al santuario original, en el lugar que pasó a llamarse campo de las cruces negras. Como los restos de José Engling no fueron encontrados, se erigió en el mismo lugar un monolito en memoria suya.

Posteriormente, con el nombre de "cruces negras" se ha designado en Schoenstatt a todos aquellos que han ofrecido su vida heroicamente por el reino de la Madre tres veces Admirable.

Después de la Segunda Guerra Mundial fueron sepultados, junto a las tumbas de los congregantes héroes, los restos del P. Albert Eise (1896-1942), y del P. Franz Reinisch (1903-1942). El primero murió en el campo de concentración de Dachau. El segundo entregó libremente su vida negándose a jurar fidelidad a Hitler. Fue decapitado en Berlín. La noche antes de morir compuso en su celda de prisionero su alabanza final a María: "Reina de todos los mundos, vence la tempestad, mata el engendro del diablo, tú, vencedora real. Hazme un apóstol de Schoenstatt, cual caballero estaré y moriré sonriendo, querida MTA.

Generalmente junto a todos los santuarios filiales, se encuentra el monumento en memoria de José Engling, el cual lleva la inscripción "Guardamos tu Herencia". En el santuario de Bellavista, en el campo de las cruces negras, están sepultados los restos del siervo de Dios Mario Hiriart.