Evangelio sábado 21 de octubre

Sábado 21 de octubre de 2023 | Gonzalo Manzano

21 de octubre de 2023

Evangelio según Lucas 12, 8-12

Sábado de la vigésima octava semana del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir."

Meditación de Gonzalo Manzano González

"Al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará"

Jesús parece decirme: Cuando les digo esto no pretendo hacer diferencias entre el Espíritu Santo y Yo, eso es un sinsentido. La Trinidad tiene un mismo ser, en tres personas distintas. Tampoco pretendo que a través de esta explicación entiendan el misterio que encierra la Trinidad. Lo que quiero decirles es que, si se abren realmente al Espíritu Santo, a sus dones y sus frutos, si logran encontrar todo eso en Él, no debiese ser posible renegar o no aceptar el Amor de Dios, a menos que eso ocurra simplemente porque ustedes en su libertad, y sabiendo la profundidad de su decisión, reniegan de Dios y rechazan su Amor. El que sabe y reniega, no tiene perdón.

Es complejo entender por qué con Cristo es posible acceder al perdón de Dios, pero con el Espíritu Santo no. Pero hasta que se entiende el trasfondo de lo que el Espíritu nos quiere regalar, toda su sabiduría, el temor de Dios, la fortaleza, la piedad, etcétera, se nos debiese hacer imposible elegir otra cosa más que abrazar ese Amor divino que llega con la iluminación del Espíritu. Quizás esa es la gran tribulación del Demonio, de todos los que han sido bendecidos con una inteligencia y sabiduría superiores. Los que hemos podido acercarnos, aunque sea un poco a ese Amor de Dios, somos los más responsables tanto por nuestra salvación, como por la salvación de nuestro prójimo.

Señor Jesús, ten piedad de mí, porque habiéndome regalado tanto durante esta vida, a veces he sido terco y mañoso. ¡Cuántas veces me he quejado de lo que me pasa! Todas esas veces en que no he querido abrirme al Amor que el Espíritu me ofrece gratuitamente, sabiendo que de verdad quieres lo mejor para mí, son llagas que van quedando como vestigios de mi pecado, incrustadas en mi alma. No veas, Señor, mis fallas, estas miserias que no son pequeñas, y ábreme el corazón para perdonarme yo primero, y también pedirte perdón a Ti, que has abierto las puertas del Cielo y me lo has prometido si yo me acojo a ti humilde y sumiso.

AMÉN

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