Evangelio sábado 18 de noviembre

Sábado 18 de noviembre de 2023 | Gonzalo Manzano

18 de noviembre del 2023

Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo

Evangelio según san Lucas 7, 1-10

Sábado de la trigésima segunda semana del Tiempo Ordinario

También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: "Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que, viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"

Meditación de Gonzalo Manzano González

"Os digo que pronto les hará justicia."

Jesús parece decirme: No tienen idea de lo que realmente necesitan. Las más de las veces, piden porque les gustaría tener tal o cual comodidad, alegría, tranquilidad, todo vestido con un manto de necesidad. Solo me necesitan a Mí. Pero mi Padre sigue siendo su Padre, y como tal, igual se regocija en mimar a sus amados hijos. La diferencia es que Él sabe lo que realmente necesita para ser felices, y eso incluye enseñarles paciencia, tal como una madre educa a su hijo en la paciencia y perseverancia, no dándole todo a su hijo cada vez que él lo pida. Lo más importante en su oración debe ser el pedir encontrar las oportunidades de crecer.

En realidad, pido bastante, y la gran mayoría de las veces, me quedo esperando a que lo pedido llegue. Que acepten a mis hijos en el nuevo colegio, que me resulte el proyecto del trabajo, que se resuelva un problema doméstico. Y en cada uno de ellos, no es una solución milagrosa la que llega, sino que yo mismo soy agente de ese cambio. Entonces, pareciera que no ha sido Cristo el que me regaló lo que pedí, sino que yo mismo me lo he procurado. Esta idea es tan miope como mal interpretada, porque ha sido Él quien me ha dado las herramientas para ser ese agente de cambio y aprender de la experiencia. No necesito magia.

Señor Jesús, muchas gracias por todas las bendiciones que me das. Por educarme día a día en atender los problemas con tenacidad, poniéndote a Ti como guía para encontrar las soluciones. Gracias por enseñarme a pescar con la caña que me regalaste, que son las virtudes y habilidades que me has dado a lo largo de mi vida. Te agradezco Señor por ser mi hermano ante el Padre, y mi Señor ante los hombres. Contigo todo lo puedo, y nada me queda grande si voy de tu mano y de la de tu Madre. María, abogada nuestra, muéstrame siempre a tu Hijo, para seguir creciendo y aprendiendo de Él.

AMÉN

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