El horario espiritual

Nos dispersamos interiormente en el afán de solucionar las cosas urgentes y dejamos de lado, o para más tarde, las más importantes

P. Rafael Fernández

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Importancia del horario espiritual

El tren de vida que hoy llevamos es extraordinariamente acelerado. Continuamente nos quejamos de falta de tiempo; sufrimos el acoso de una cantidad de tareas que no alcanzamos realizar y la presión del trabajo en el cual cada día se nos exige más y más. No es raro entonces que el stress se apodere de nosotros. Nos dispersamos interiormente en el afán de solucionar las cosas urgentes y dejamos de lado, o para más tarde, las más importantes.

El resultado es que perdemos el norte, que llevamos una vida dispersa, que nuestros vínculos personales pasan a perdida. Terminamos literalmente succionados por el ambiente materialista que nos rodea.

Esto explica en gran parte por qué el cultivo de nuestra vida espiritual es relegado a segundo o tercer plano. Como "no es tan urgente" y "no tenemos tiempo", vamos dejando de lado las prácticas espirituales y así, poco a poco, casi sin darnos cuenta, se enfría nuestra vida de fe; ya no sentimos el impulso apostólico que sentíamos antes; dejamos de asistir a misa y ya ni siquiera recordamos cuándo fue la última vez que nos confesamos... Y, lo que es peor, se apodera de nuestra alma una enfermedad difícil de curar: la mediocridad o tibieza espiritual.

Tal vez comprendamos mejor en este contexto por qué Schoenstatt da tanta importancia a los medios ascéticos y, particularmente, al horario espiritual.

El horario espiritual es un medio de autoformación que se orienta precisamente a que podamos llevar una vida más armónica y "orgánica", que nos asegure contar con el alimento necesario para no caer en el raquitismo espiritual y dejar de lado "lo único necesario".

El término "horario espiritual" podría inducir a error respecto a su contenido, ya que no se trata de un «horario» en el sentido común de la palabra, pues no determina los actos que se suceden, hora a hora, durante el día; ni es tampoco «espiritual» en cuanto no se refiere sólo a prácticas religiosas. Es espiritual en el sentido que asegura el desarrollo en nosotros del "hombre espiritual", es decir, guiado por el Espíritu del Señor. El nombre «horario espiritual», lo tomó el P. Kentenich de la tradición ascética de la Iglesia, pero, como en casos semejantes, le dio un sentido y un contenido propios.

Quien vive en un convento o está protegido por una atmósfera cristiana, no requiere especialmente la ayuda de un horario espiritual. El horario espiritual es necesario sobre todo para el laico que vive en medio del mundo, en el torbellino de la vida moderna, rodeado por una atmósfera donde la palabra «Dios» ha perdido su significación real y donde todo lo invade un sistema de vida materialista. El horario espiritual lo requieren especialmente aquellos que militan en una Iglesia de diáspora, donde no resiste un cristianismo de costumbre sino sólo aquel que nace de convicciones. Es preciso que cada uno sepa crear las formas de vida cristiana que expresen y aseguren, durante el día, su adhesión al Evangelio y le ayuden a establecer y mantener contacto permanente con las fuentes de la vitalidad cristiana. De este modo, no es arrastrado por la masificación y el activismo reinante.