Caminos para descubrir el Ideal Personal

Precisar cuál es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros no es un simple trabajo de reflexión, sino una gracia que es necesario pedir, un don gratuito del Señor. Partiendo del análisis de nuestro carácter o de la pura observación objetiva de la realidad, nunca alcanzaríamos una comprensión profunda de nuestro Ideal Personal.

P. Rafael Fernández

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Precisar cuál es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros no es un simple trabajo de reflexión, sino una gracia que es necesario pedir, un don gratuito del Señor. Partiendo del análisis de nuestro carácter o de la pura observación objetiva de la realidad, nunca alcanzaríamos una comprensión profunda de nuestro Ideal Personal. Un enfoque racionalista y teórico nos llevaría a "imaginarnos" un Ideal Personal, o a fabricarlo como una mera proyección idealista.

Para encontrar nuestro Ideal Personal se requiere ciertamente un trabajo de reflexión personal, pero éste debe estar acompañado de la oración e imploración al Espíritu Santo, pues se trata de reconocer lo que Dios quiere de nosotros a la luz de la razón iluminada por la fe.

El objetivo de la búsqueda del Ideal Personal es llegar a formular su contenido en un lema y/o símbolo, en una pequeña oración, a fin de que luego, por las renovaciones del ideal, lo mantengamos vivo en nuestra conciencia y tratemos de llevarlo a la vida y ser consecuentes con lo que nos señala.

No pretendemos tener una claridad meridiana sobre nuestro ideal. Estamos "en camino" (somos "viatores"). También en esto caminamos en el claroscuro de la fe, pero con la luz suficiente como para avanzar. Basta con que captemos y formulemos un lema o una imagen que capte algo que pertenece a lo más propio de nuestra alma, que toque esa actitud o rasgo fundamental que nos caracteriza. En la medida que vayamos cultivando ese impulso básico se nos irá haciendo cada vez más y más claro el ideal: "Quien hace la verdad llega a la luz", dice el Señor.

Una comparación esclarece lo que decimos: Imaginemos que una persona ve un bulto a lo lejos; luego percibe que éste se mueve. En la medida que se acerca (aún no distingue bien qué es), se da cuenta que no es un animal, sino una persona. Sigue acercándose y ahora puede percibir que se trata de un hombre. Cuando ya está cerca, descubre que es su amigo Juan.

Esta analogía nos permite captar que el Ideal Personal lo vamos conociendo progresivamente. Una persona descubre ya algo esencial de su ideal, al asumir que es una persona, o que es un hombre o una mujer. Ya ese es su ideal: llegar a ser un hombre o una mujer cabal, tal como Dios lo diseñó en su plan de amor.

Si profundiza en esta línea, reparará en el hecho de que él es un católico bautizado y que, por lo tanto, su ideal es ser y comportarse como hijo de Dios en Cristo Jesús.

Luego puede ahondar este conocimiento, viendo su realidad de cristiano a la luz de los dones o talentos que posee. Su historia personal le dará nuevas luces que aún harán brillar con mayor profundidad y precisión su ideal.

El Ideal Personal empieza a ser una estrella que guía nuestro camino en la medida en que se encarna y nos esforzamos por ponerlo en práctica. Es allí donde se prueba si lo que hemos formulado es verdaderamente la voluntad de Dios para nosotros. El Ideal Personal es ante todo vida, pues lo leemos en la vida, en nuestra historia y en nuestra estructura personal, y está destinado a conformar nuestra vida. Por eso, la "praxis" del ideal es tan importante. Lo que cuenta es captar esa verdad, "nuestra verdad", que pulsa en nuestra alma y desplegar toda su potencialidad según las circunstancias y desafíos que nos vaya presentando la divina Providencia.

Ahora bien, ¿cómo llegar en concreto a formular nuestro Ideal Personal? Existen caminos más reflexivos y otros más intuitivos para llegar al conocimiento del Ideal Personal.

El camino que se siga, dependerá, en gran parte, del temperamento de la persona, que puede ser más intelectual o más emotivo. Hablamos de caminos "más" reflexivos o "más" intuitivos, porque no se excluyen mutuamente, sino que se complementan. Y si hubiese que preferir una acentuación, ésta sería la intuitiva, sin separarla nunca de la oración y de la praxis. El exceso de reflexión puede confundir y llevar a un intelectualismo infecundo.

Caminos más intuitivos de búsqueda del Ideal Personal

El Ideal Personal está presente en nosotros de manera funcional, por nuestra estructura de ser, mediante el impulso de la gracia que actúa en nuestra alma o en nuestro compromiso profesional. Esto ocurre sobre todo en personas que han logrado un cierto nivel de vida interior. La presencia funcional del Ideal Personal es más real, en la medida en que la vida espiritual haya sido cultivada en mayor profundidad: buscamos la voluntad de Dios y tratamos de adecuarnos a ella, al hacerlo, ya estamos guiándonos "funcionalmente" por nuestro Ideal Personal.

• Lo dicho explica que podamos encontrar, por ejemplo, el núcleo de nuestro Ideal Personal en una oración que solemos rezar con predilección. Puede ser una oración o una jaculatoria muy personal, o quizás una oración que hemos adoptado y que siempre rezamos porque nos gusta y sentimos que ella interpreta nuestros anhelos y sentimientos más profundos. Si nos preguntamos por qué nos gusta esa oración, o cuáles son los valores más importantes que se expresan en ella, entonces encontraremos reflejado allí el impulso básico que late en nuestra alma.

• Podemos preguntarnos también por nuestra vivencia religiosa más profunda, por aquella experiencia que brota del encuentro con Dios y constituye lo que suele llamarse el "pequeño secreto" del alma. En este contexto existe tal vez un pasaje del Evangelio, algún episodio de la vida del Señor, de María o de algún santo, que siempre nos ha atraído e inspirado. Esto significa que en ese pasaje o en esa escena se encuentra, de algún modo, nuestro ideal. En forma irreflexiva, se manifiesta nuestra receptividad original de valores y el llamado que nos hace el Señor por la acción del Espíritu Santo en nuestra alma.

• En esta misma dirección puede ayudarnos eficazmente, en la búsqueda del Ideal Personal la lectura meditada del Evangelio. Subrayamos o anotamos, entonces, las frases o las escenas que más nos toquen interiormente y en las cuales sentimos que el Seños nos interpela en forma personal. La consideración global de esta meditación nos mostrará en qué dirección se mueve nuestro Ideal Personal.

• Quizás hemos formulado nuestro Ideal Personal espontáneamente en un lema o en una frase que, de una u otra manera ha estado presente en nuestra vida y en nuestra acción. Una frase del evangelio, de algún santo o tal vez un lema comunitario, tocaron en un momento dado las fibras más profundas de nuestro ser y de nuestra vocación personal, y por ello han permanecido siempre presentes en nosotros, inspirando y animando nuestra vida interior y nuestras actividades.

• Preguntémonos entonces por las personalidades que más nos atraen, por los santos o personalidades con los cuales sentimos mayor afinidad o que llaman más nuestra atención.

• Por tratarse de vivencias e intuiciones religiosas básicas, muchas veces el Ideal Personal lo captamos a través de algún símbolo o imagen que, espontáneamente, nos atrae. Tras ese símbolo se esconden fuerzas y anhelos profundos. Las montañas, la paz de un lago que refleja el cielo, el agua que baja impetuosamente de las cumbres, el fuego que irradia luz y calor, la fortaleza y cobijamiento que prodiga un árbol, la imagen de los alpinistas que escalan las alturas, la solidez de las rocas; éstas y otras imágenes, traducen muchas veces, intuitiva y certeramente, la tendencia fundamental de nuestra personalidad mejor que los conceptos puramente racionales.

• Preguntémonos, por último, si tuviésemos que formular una frase para ser grabada en nuestra tumba, cuál elegiríamos.Estos métodos más intuitivos para buscar el Ideal Personal poseen una importancia peculiar, ya que a través de ellos lo conocemos en forma más espontánea y fácil, sin caer en el peligro de posibles construcciones conceptuales, que en sí son válidas como ideales objetivos, pero que, en realidad, no reflejan ni traducen la novedad original de nuestra personalidad.

Recorramos estos diversos caminos y tratemos de retener la frase o imagen que más nos interpreta.