La primacía de la vida

La principal preocupación y meta del P. Kentenich fue siempre la gestación y el cultivo de una poderosa corriente de vida. Por eso la estructura y organización de Schoenstatt han sido consideradas secundarias, la prioridad en la Obra de Schoenstatt la tienen sus fuentes de vida y el cultivo del espíritu. Toda la estructura y organización de Schoenstatt está al servicio de la vida

P. Rafael Fernández

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 La principal preocupación y meta del P. Kentenich fue siempre la gestación y el cultivo de una poderosa corriente de vida. Por eso la estructura y organización de Schoenstatt han sido consideradas secundarias, la prioridad en la Obra de Schoenstatt la tienen sus fuentes de vida y el cultivo del espíritu. Toda la estructura y organización de Schoenstatt está al servicio de la vida

El P. Kentenich quería que Schoenstatt fuese, en primer lugar, una Familia y un Movimiento, es decir, una corriente de ideas, de vida y de gracias, pero no primariamente una organización. Quería, por cierto, que Schoenstatt como Familia y Movimiento tuviese una organización, pero que ésta fuese acorde con sus necesidades y estuviese subordinada al servicio de la vida.

Para explicar esto, formuló en alemán un término inusual, que se podría traducir al castellano por "organismar". Decía: tenemos que organizar la Familia de Schoenstatt, pero también "organismar" la Familia. Y por "organismar" entendía darle espíritu para que ésta, como organización, no se institucionalizase a tal punto de quedar reducida a una estructura sin vida. Afirmaba que, a mayor organización, debía corresponder más "organismación" y mayor espíritu.

Por esto, según el pensamiento de su fundador, siempre en Schoenstatt la corriente de vida y de gracias que brota del Santuario, la Alianza de amor con María, el espíritu de fraternidad, la magnanimidad y el ardor misionero, deben estar en primer plano: es a ello a lo que se debe dar un papel decisivo y preponderante. Ante todo, afirma el P. Kentenich, está "el cultivo del espíritu".

Para que las formas estructurales y organizativas cumplan su papel, deben estar impregnadas de espíritu. Si el espíritu falta, las formas no son sino una cáscara que no tiene sentido en sí misma. Por otra parte, las formas y la organización poseen una gran importancia como expresión, camino y protección del espíritu. Schoenstatt no es una masa amorfa: posee estructuras y una organización que protege y canaliza la vida de la cual es portadora al servicio de la Iglesia.

El P. Kentenich no se sentó en un escritorio para pensar y diseñar la estructura de la Obra que estaba fundando. No pensó inicialmente en una estructura, en un esquema, o en un organigrama para luego aplicarlo. Actuó justamente al revés. Él fue un educador que iba desarrollando y conformando su Obra en la medida en que la vida iba mostrando necesidades –aquello que era necesario diferenciar, estructurar o acentuar-. Fue así probando distintas posibilidades de organización para después darles consistencia definitiva y desarrollarlas. El P. Kentenich nunca impuso estructuras y elementos organizativos que no respondieran a la vida que se iba suscitando en su fundación. Por otra parte, respecto a lo que iba tomando forma, él esperaba que la experiencia demostrara su eficacia antes de confirmarla y establecerla en forma más estable.

Por eso, al establecer las estructuras de la Familia, tomaba muy en cuenta el desarrollo de la vida, observando sus etapas, a fin de ir creando, lentamente, distintas estructuras y organizaciones, de acuerdo al desarrollo de la vida y de manera tal que éstas estuviesen siempre al servicio de la vida.

De este modo lo que Schoenstatt es hoy, es fruto de una evolución de décadas. No estaba al inicio sino el fruto final de un largo desarrollo. Al comienzo, el fundador, por ejemplo, no sabía si habría Institutos, ni cuántos serían; ignoraba también si habría mujeres en él. Históricamente, lo primero que comenzó fue la Federación Apostólica. El Fundador empezó trabajando con jóvenes, con hombres. Después entraron las mujeres. Al inicio no sabía si el Movimiento tendría familias. De este modo fueron naciendo progresivamente comunidades organizadas, pero él, al inicio, ignoraba que después se llegaría a conformar un amplio Movimiento Popular y de Peregrinos. Todo se fue desarrollando a través de la historia y según la vida lo iba señalando y pidiendo.

En todo este proceso el P. Kentenich siempre se guió por el orden de ser, es decir, por la naturaleza y leyes que Dios mismo imprimió en la creación, y, además, por la fe práctica en la divina Providencia. Estaba convencido, en este sentido, de que Schoenstatt era una obra especialísima de Dios, de que él tenía un plan con Schoenstatt, plan que iba desvelando progresivamente. Por eso, le importaba tanto que, más que una estructura u organización preconcebida, éstas de verdad estas estructuras y su organización ayudaran a encauzar la vida que Dios quería que se plasmara en su Obra.