La ley de la polaridad

Esta ley de la polaridad se da en toda la creación, en los diversos reinos: la podemos comprobar en el reino mineral, vegetal y animal.

P. Rafael Fernández

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La estructura y la organización de Schoenstatt están profundamente marcadas por lo que el P. Kentenich denomina "ley de la polaridad".

Esta ley de la polaridad se da en toda la creación, en los diversos reinos: la podemos comprobar en el reino mineral, vegetal y animal.

Es básica, por ejemplo, la polaridad existente entre el varón y la mujer. El P. Kentenich formuló su relación diciendo que ambos constituyen una polaridad según la cual son iguales en dignidad pero diferentes en su función. Ambos, hombre y mujer, poseen una realidad biológica y sicológica original, que debe ser desarrolla y cultivada. Todo aplanamiento o pretensión de igualdad niveladora, cercena y destruye su misma naturaleza.

Pero esa diversidad está orientada a la mutua complementación. De allí que si ambos polos, el femenino y el masculino, no se complementan y cooperan el uno con el otro, la humanidad misma se desintegra y deteriora. La riqueza del matrimonio, edificado sobre esta polaridad, de la familia y de la sociedad dependen de esta relación polar positiva entre hombre y mujer y entre la consecuente polaridad de la paternidad y la maternidad.

La estructura de Schoenstatt dio lugar en el sentido de esta ley, a comunidades masculinas y femeninas y de familias. Y, en la misma línea, dio lugar a una multiplicidad de comunidades de carácter autónomo. Todas ellas, sin embargo, están a la vez relacionadas unas con otras y se complementan mutuamente.

La ley de la polaridad dice que debe guardarse, por una parte, la autonomía y originalidad de cada cual de forma que esta autonomía y originalidad revierta en bien del todo y contribuyan así a su enriquecimiento. Esto hace que cada comunidad no se encierre en sí misma y llegue a convertirse en una entidad autosuficiente. Este aislamiento, además de significaría un empobrecimiento para la totalidad de la Obra, significaría también un empobrecimiento e infecundidad para la comunidad misma que se aísla.

La ley de la polaridad, por otra parte, así como evita que se caiga en el aislacionismo o individualismo, impide también que el todo "aplane" la originalidad de cada una de sus partes. Cuando esto sucede se cae en el totalitarismo o colectivismo. La ley de la polaridad en cambio afirma que el todo necesita de sus partes y por eso las protege y promueve en sí mismas y en su relación mutua e integración al todo.

La polaridad requiere que los diversos polos y sus modalidades propias se complementen para construir una sociedad y cultura verdaderamente rica. La polaridad genera una tensión. Si se da la integración y complementación mutua entonces esa tensión será una "tensión creadora". Cuando, en cambio, los polos se aíslan o se enfrentan uno al otro tratando de dominar o de suprimir al polo opuesto, entonces surgen las "tensiones destructoras".

El P. Kentenich también considera esta ley de la polaridad en relación a la organización de la Obra de Schoenstatt. Así, por ejemplo, en las Federaciones e institutos de Schoenstatt él introdujo dos tipos de comunidades: las "comunidades oficiales" y las "comunidades libres". Las comunidades oficiales corresponden al tipo de organización tradicional: diversas células que poseen una autoridad que permite su desarrollo y servicio al todo. En este plano se dan los superiores generales, los superiores regionales, los superiores de casa, etc.

Junto a esta comunidad oficial y al interior de la misma existen las comunidades libres. Éstas están formadas básicamente por los cursos (comunidades de vida y de formación) a los cuales se integran sus miembros cuando ingresan a la comunidad correspondiente. Son comunidades que permanecen por toda la vida, en las cuales reina la ley de la magnanimidad y se promueve el cultivo del espíritu. Esta organización hace que la comunidad total cuente con impulsos de vida y corrientes de vida que estimulan su crecimiento y fecundidad.

La ley de la polaridad juega también un papel importante en la conducción comunitaria. Una conducción autoritaria tiende a suprimir el juego de fuerzas en la comunidad pues todo vendría "ordenado desde arriba" y lleva a sepultar fuerzas originales y complementarias. Por eso el P. Kentenich, junto con afirmar un claro principio de autoridad, introduce en su práctica una conducción democrática. Esto quiere decir que la autoridad escucha a quienes dependen de ella y permite que el aporte de personas individuales o grupos de personas sea integrado en bien del todo. La ley de la polaridad en este sentido la concreta el P. Kentenich en la "ley de gobierno".