La ley de construcción de Schoenstatt

La ley o principio de construcción la formula el P. Kentenich de esta forma: "Libertad toda la posible, vínculos obligatorios sólo los necesarios, pero, por sobre todo, un intenso cultivo del espíritu".

P. Rafael Fernández

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Cuando el P. Kentenich habla de "ley" de construcción, no se refiere al contenido jurídico que puede tener este término. Con él expresa más bien una "constante", algo que tiene carácter permanente y que marca una orientación. También suele usar en lugar de ley el término "principio". Los "principios" son realidades básicas que se manifiestan en todo lo que concierne a un ámbito determinado.

La ley o principio de construcción la formula el P. Kentenich de esta forma: "Libertad toda la posible, vínculos obligatorios sólo los necesarios, pero, por sobre todo, un intenso cultivo del espíritu".

Este principio apunta al tipo y cantidad de obligaciones que se aplican en la estructura y organización de la comunidad. En este sentido, el Padre Kentenich es partidario de que exista el mínimo necesario de obligaciones. Pero, como contrapartida, pide el máximo en relación al cultivo del espíritu, es decir, del idealismo y magnanimidad, de los vínculos interpersonales tanto naturales como sobrenaturales.

De esta forma evita que Schoenstatt se convierta en una organización donde todo esté regulado hasta en sus detalles, de modo que fácilmente el Movimiento se convertiría en una estructura pesada e inmóvil. Schoenstatt es y quiere seguir siendo un Movimiento, donde prime el dinamismo organizativo y la fuerza del espíritu.

Ahora bien, siempre las obligaciones o vínculos "hacia abajo" son necesarios, porque se precisa una organización mínima que coordine y regule el funcionamiento del todo y la interacción de las partes. Pero estos vínculos organizativos o jurídicos no deben pasar a ser lo primario: lo primario es el espíritu y la vida. Los vínculos obligatorios, las normas y las formas de vida, tienen por objeto expresar y proteger el espíritu de la comunidad. Si el espíritu de una comunidad de Schoenstatt declinara, las obligaciones comunitarias debieran asegurar un tiempo prudente de recuperación, pero no debiera suceder que la comunidad u organización se mantuviera en pie sin una fuerza espiritual que la sustente, pues pasaría a ser una cáscara sin contenido, una forma carente de vida.

Se necesitan formas y normas, las mínimas necesarias, pero estas mínimas de todas maneras, pues no puede funcionar bien una comunidad sin que existan normas y reglas claras. El puro cultivo del espíritu no basta, pues hay que contar con el peso del pecado original y las limitaciones de cada persona. Por lo demás, de todas maneras donde existe una pluralidad se requiere una mínima organización para que ésta funcione.

"Pero, por sobre todo, un intenso cultivo del espíritu". Lo más importante para la comunidad es que en ésta se de, tanto de parte de los responsables o de las autoridades como de los miembros de la misma, un vigoroso cultivo de los "vínculos hacia arriba", es decir, de la magnanimidad, de los vínculos personales, del idealismo y del espíritu de conquista apostólico.

Schoenstatt quiere albergar en su seno a hombres libres, no a "esclavos de galera". A personas que aspiren al ideal y que se dejen mover por él. La fuerza fundamental que anima su dinamismo es la fuerza del amor magnánimo, es decir, de un amor que se da sin egoísmos y que busca generosamente el bien de los demás. Si el idealismo y el amor magnánimo están vivos, entonces se hace superfluo determinar y normar todo, y, en ese mismo sentido, no es necesario controlar cada detalle en el funcionamiento de la comunidad.

Es así como Schoenstatt se construyó y como debe continuar construyéndose, para ser fecundo en medio de la Iglesia.