El principio de universalidad

El P. Kentenich estaba convencido el carisma que Dios había regalado a Schoenstatt era un carisma al servicio de la Iglesia y, por lo tanto, de carácter universal. De acuerdo a esto, cualquier bautizado debiera tener acceso a ese carisma.

P. Rafael Fernández

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 El P. Kentenich estaba convencido el carisma que Dios había regalado a Schoenstatt era un carisma al servicio de la Iglesia y, por lo tanto, de carácter universal. De acuerdo a esto, cualquier bautizado debiera tener acceso a ese carisma. Nadie debería quedar excluido de poder pertenecer a Schoenstatt.

Por otra parte, el P. Kentenich consideró que la universalidad de Schoenstatt debía también permitir que se diesen en su estructura diversos grados de compromiso organizativo.

• Universalidad en cuanto al estado de vida

Según el fundador, Schoenstatt debiera siempre permitir el acogimiento de cualquier persona, sin hacer diferencias de edad, de sexo, de estado civil, de profesión o de condición social.

De acuerdo a este criterio orientador, cada vez que surgía una situación nueva, con cierta homogeneidad, y que exigía también un lugar propio en la Familia, él buscaba la manera de darle expresión.

Pero esta exigencia de universalidad iba más allá del hecho de que todas las personas tuvieran acceso al Movimiento de Schoenstatt. La universalidad comprendía también los distintos grados de intensidad con que las personas se sentían llamadas vocacionalmente a participar en el Movimiento. El fundador pensaba que este compromiso debía permitir una gran amplitud, vale decir, debía ir desde un mínimo hasta un grado máximo de compromiso.

El primer aspecto de la universalidad, con el transcurso del tiempo, hizo que Schoenstatt se estructurara en cuatro columnas, como ocurre actualmente. Dos de ellas corresponden a estados naturales: la columna de hombres y la de mujeres; y dos corresponden a estados de vocación: la columna de Familias y la de Sacerdotes.

La columna de hombres y mujeres abarcan la juventud (masculina y femenina).

Con posterioridad, se creó una quinta columna: la de los Enfermos. Esta columna nació en Alemania, en parte como una consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, y, en forma más general, para acoger a aquellas personas permanentemente enfermas o impedidas, ya sea por razones congénitas, por accidentes o a causa de enfermedades incurables.

El Padre Fundador comprendió que esas personas tenían gran importancia para Schoenstatt, porque precisamente el sufrimiento, el sacrificio y la oración son fuentes fundamentales para el Capital de Gracias.