Con el corazón en un puño

In memoriam: Josefina Pérez Vidal y Bautista Urtubey

"Cuando la vida da sorpresas, nunca estamos tan preparados para recibirlas. Quizás ese sea el encanto: nunca sabemos qué hay detrás de la esquina. Pasa con los momentos de felicidad, que nos sacan de nosotros mismos y nos llenan de modo tal que ya nada es como era... la vida tiene otro color. Del mismo modo cuando el dolor nos sorprende, nos deja mudos, con interrogantes existenciales, vitales, que sólo nos dejan preguntas que no podemos resolver. Y si la muerte joven, cercana y querida nos sorprende, ya no queda otra cosa que sufrir sin comprender... ¿Es el salto mortal de la razón a la fe? ¿Es la condición humana sometida a "este valle de lágrimas? Por ello este escrito en forma de poema. Sale de la experiencia vital, dolorosa, de la muerte de dos jóvenes y queridos alumnos que nos dejaron a todos mudos. A ellos mi dedicatoria."

Con el corazón en un puño

Felicidad escurridiza que se escapa cuando
la tenemos tan cerca;
Fragilidad que tratamos de ocultar
con estímulos que distraen y adormecen el alma;
Vulnerabilidad que nos paraliza con un miedo
por lo venir, por el futuro incierto;
Amor que nos deja en estado de alerta constante
por miedo a perderlo;
Muerte que llega como un ladrón a robarnos lo más preciado, lo que con gusto
daríamos la propia vida para evitarlo.

Alegría, dolor, risas, soledad, sufrimiento infinito por el vacío
que no podemos controlar y que nos marca
para siempre.
La vida es tan corta...
¿Cómo detener el tiempo en los rápidos momentos de plenitud?
¿Cómo prepararnos para un dolor inconmensurable?
¿Cómo acostumbrarnos a la ausencia?

Tantas preguntas, tantos anhelos, tanta fragilidad...
"Me rehúso a vivir en un universo imbécil", dice Chesterton en boca de Mc Ian.
¿Dónde encontramos el sentido?
¿En Dios? ¿Puede el mundo ser "cruel y sin sentido"?
¿Puede un Dios permitir el dolor del hombre?

¿Resignación?
No. "Me rehúso a vivir en un universo imbécil".
Pero la búsqueda del sentido no puede, no debe buscarse en Dios.
Porque Dios no es un Dios sádico.
¡Son tan conocidos los argumentos!

Iván Karamazov tiene que estar equivocado.

Nosotros buscamos el sentido y nosotros lo encontramos.

Libertad que tanto nos condiciona,
que a tan altos cielos nos puede conducir y a tan bajos abismos nos puede arrojar...

Libertad encerrada en la elección constante
que nos recuerda que sin ella no somos seres humanos.

Y Dios nos acompaña en el dolor, en el llanto y en la alegría,
en el silencio de la brisa,
en el recuerdo de los que ya no están,
en el vacío dejado y con el que tenemos que aprender a vivir.

Sé que Dios es. Sé que Dios está.
Pero ante el misterio no nos queda más que callar.