04. La mentalidad Orgánica

P. Rafael Fernández

La mentalidad orgánica

El P. Kentenich se sintió llamado a luchar, durante toda su vida, contra lo que él denominó, la mentalidad mecanicista o separatista y a fomentar la mentalidad orgánica, o, usando otra expresión suya, el modo de pensar, amar y vivir orgánico.

Con esto se refería a que en nuestro tiempo se ha impuesto una mentalidad que tiende a analizar y separar lo que en la realidad está interrelacionado. No logra ver las partes en el todo. Por eso separa y analiza de modo mecanicista e inorgánico, sin lograr conjugar, por ejemplo, el concepto de individuo y comunidad, de libertad y obediencia, de paternidad y fraternidad, de masculinidad y feminidad, sin visualizar la relación viva y fecunda de Dios y hombre, de Cristo y María, de naturaleza y gracia, etc. Crea así antagonismos infecundos donde debiera darse más bien una rica polaridad. Unifica aplanando, donde debiera darse la diversidad en la mutua complementariedad. Aísla donde debiera haber mutua complementación.

Esta manera de pensar o de ver las realidades de este mundo y del más allá, expresa y a la vez fomenta un determinado modo de amar y de vivir mecanicista.

Así, por ejemplo, el mecanicismo no es capaz de unir armónicamente el amor instintivo-sexual con el amor afectivo-sensible, el amor espiritual con el amor sobrenatural. Por eso, también divide y separa en forma mecanicista amor y fecundidad.

El P. Kentenich se juega, en este sentido, por el “amor orgánico” y por la instauración del “organismo natural y sobrenatural de vinculaciones”. El fundador de Schoenstatt hace un llamado a forjar otro tipo de hombre, que encarne una mentalidad orgánica y un modo de amar orgánico. Se requiere hoy más que nunca personas que desarrollen en plenitud el amor en el plano humano (en cada una de sus facetas: corporal-sensible, afectiva, espiritual y sobrenatural) y que a la vez desarrollen la plenitud del amor a Dios, del vínculo amoroso y personal al Dios Trino. Personas que vean en el amor al hombre y a la mujer, y en el amor a las cosas el amor a Dios; que amen al Creador a través de las criaturas.

El pensar y amar orgánicos de suyo se expresan en un modo de vivir orgánico. El mecanicismo de vida que hoy reina exige un nuevo modo de vivir y de trabajar. Esto está orientado a forjar una nueva cultura más humana y más divina, que supere la “esquizofrenia” de nuestro tiempo, esta “sociedad hecha pedazos” o cultura de la muerte, que hoy se manifiesta en tantas formas. El mundo requiere un cambio en profundidad. No basta con cambios parciales, con reparar los forados en el techo del edificio, es preciso ir a los fundamentos, a generar un nuevo mundo a través del cultivo o instauración de una nueva mentalidad, de un nuevo modo de pensar, amar y de vivir.